Una instalación sonora revive la cuarentena con una dosis poética

Carolina Piola recrea en la performance Te reduje a casa el encierro de 2020.
La pieza es un breve tratado existencial sobre la cercanía de la muerte o sobre su presencia en cada momento.
Puede visitarse hoy a las 19 en el Espacio cheLA como parte de la programación del Festival Nueva Ópera.

La casa está abierta o, más precisamente, se encuentra en ese estado de totalidad como si no existiera un mundo fuera de ella. Los muebles, artefactos antiguos, gastados, con un uso que les da una apariencia noble como si cada cosa de la escena tuviera una historia, se agolpan para brindar la sensación de encierro.

La escena ocurre bajo el resguardo de ese mobiliario antiguo pero esa caja que resuena y habla nos invita a espiar. Caminamos alrededor de la casa y miramos por la ventana para intentar conocer qué sucede. Carolina Piola supo recrear en esta instalación sonora llamada Te reduje a casa una versión poética de la cuarentena que vivimos durante el año 2020.

Pero este sería el dato argumental que se expande y se convierte en un breve tratado existencial sobre la cercanía de la muerte o sobre su presencia habitando cada momento. Esta pieza que puede visitarse hoy a las 19 en el Espacio cheLA como parte de la programación del Festival Nueva Ópera se convierte también en un archivo estético sobre un hecho histórico reciente que la autora generó, en parte con registros de su propia familia.

Esto suma un rasgo documental a un material sostenido en procedimientos ficcionales donde el componente realista se acopla con los recursos de la ópera pero, a su vez, este género se deja invadir por unas características más domésticas en una suerte de naturalismo de la quietud.

La configuración del espacio con la realización escenografica de Salvador Aleo y Tomás Cernik y la dirección de arte, a cargo de Gonzalo Córdoba, recuerda un poco a la película Dogville de Lars von Trier donde la artificiosidad de lo escénico se combinaba con un uso del estudio cinematográfico.

Una ópera en un galpón

Al representarse esta ópera en un galpón, con la estructura escenográfica en el centro y nosotros como personajes diletantes que elegimos dónde detenernos, desde qué punto de vista mirar las situaciones, hasta dónde permitirnos asumir nuestro rol de voyeurs, el esqueleto de la escena se vuelve casi un objeto y no una escenografía. Lo vemos desde todos sus ángulos y, de esa manera, se transforma en una caja sonora con una estética próxima a una instalación, a un artefacto que podría verse en un museo como una performance duracional

El modo en que los intérpretes se instalan en la escena (la dirección de actores está a cargo de Paola Traczuk) les permite jugar, por momentos, como seres inanimados. Especialmente en el caso de la niña (Mía López) que lleva un vestido blanco y cuando la vemos quieta en una silla nos da la impresión de estar contemplando una muñeca antigua. Algo similar sucede con Charo Moreno, la actriz que se abandona en un sillón. Esa quietud compone una idea de la muerte, una zona indeterminada y agónica.

La noción de un tiempo apesadumbrado se vuelve vibrante gracias al coro (dirigido por Agustina Crespo a cargo también de la composición musical) que recurre a palabras como lavandina o se dedica a combinar sonidos con parásitos. Todos cantan cargando una mochila en sus espaldas como si estuvieran dispuestos a salir en cualquier momento o como si ya no hubiera diferencias entre el afuera y el adentro y las costumbres se vieran alteradas en sus formas.

Te reduje a casa es un proyecto que Carolina Piola desarrolló con el apoyo del Instituto Francés y el Mozarteum Argentino y se terminó de conformar en una residencia en París y en el Centro Nacional de Creación en Música (GRAME) de Lyon donde Carolina Piola realizó la recopilación de grabaciones de sonidos, video, registro fotográfico y objetos.

Un uso de la voz hablada

Allí conoció a Amélie Lambert que se ocupa del diseño sonoro. La noción de nueva ópera no solo habla de la capacidad de aventurarse a temáticas cercanas, incluso coyunturales sino de establecer una narración sonora que propone un uso de la voz hablada, de los ruidos del ambiente como parte de la dramaturgia.

Muchas veces escuchábamos el texto pero no podíamos identificar quién lo decía y en esa disociación de la voz y la escena, en esa necesidad de desplazarnos para encontrar al personaje que hablaba, cada uno de nosotros construía una secuencia distinta.

Si teníamos cerca a la actriz que oficiaba de narradora, Marcela Padvalskis, al niño Ulises Zuluaga Ransenberg o a Charo Moreno cuando contaba que ella, en su condición de adulta mayor, estaba acostumbrada a la sucesión de días idénticos (un elemento que termina de configurar a esta familia desmembrada, desligada de toda armonía, conviviendo casi bajo un estado de ausencia) la palabra entraba directamente en correspondencia con la escena pero a veces nos sorprendía cuando estábamos atentos a un detalle o mirando algunas de las fotos que lanzaba un proyector como una suerte de entretenimiento propio del confinamiento de escarbar en las fotos viejas.

En esos instantes la palabra podía ser un pensamiento, una sonoridad desentendida de un cuerpo que nos llevaba a imaginar o a incorporarla como parte de esos objetos en miniatura que intentaban ayudarnos a soportar una vida puertas adentro.

https://www.clarin.com/cultura/instalacion-sonora-revive-cuarentena-dosis-poetica_0_WQLRih5ykb.html?srsltid=AfmBOoratjCzSjPwSrjkVEbA3IHK0KLZ7X00T41n2-3PqLIonK9K2tH2

Una instalación sonora revive la cuarentena con una dosis poética

Una ópera en un galpón

Un uso de la voz hablada

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